La puerta se cerró interrumpiendo todo mi éxtasis. Alonso se desnudaba y de pronto solo vi un marco de madera en mis narices.
Peter había entrado en mis sueños la noche anterior y hoy desperté llorando. Para este entonces, ya lo había olvidado. Alonso era él único que abordaba mi mente.
Era el ocaso lo que yo veía. Ahora sé que pude haber hecho más y no lo hice. Peter era parte de un dilema que se estaba extinguiendo. Ahora Alonso también se desvanecía de a pocos y el ocaso que observaba, no era nada más que la analogía real de todo mi sufrimiento.
De pronto, no queda más que el silencio. Ese silencio que nos lleva a escuchar nuestra respiración y me acercan a los lobos, una vez más. Su aullido me reclama, su llanto lo comparto. Soy parte de esa manada que hoy llora mis dolencias a pesar de mi exilio. Hubiera sido bueno tenerlos enfrente, hacerles preguntas, tomarles medidas.
Pero no. Son otros lobos los que añoro ahora: lobos sin colmillos afilados, pero con intenciones sanguinarias.
Recuerdo que en mi sueño Peter corría y gritaba. Alonso me lo recuerda: su voz, su lacio cabello que habla por sí mismo, su sonrisa y sobre todo su picardía de viejito chicle de los 80’ con sombrero y bastón (de esos que pegan fuerte).
Sin embargo, ni si quiera eso podré gozarlo alguna otra vez. A partir de mañana solo podré contemplarlo en mis sueños al igual que a Peter, y disputarán un duelo a muerte de determinación dudosa. Tal vez sea un tango o un vals, pueden ser un niño, una joven o ellos y ellas. Es bueno soñar.
Pero más aún, vivir.
(11/06/09)
By Omy & Juanca